Paul Cézanne es el primer pintor del siglo XX. Su gigantesca figura de creador se entiende mejor desde la perspectiva de lo que habría de suceder tras su muerte que en el contexto en el que realizó sus grandes obras. De hecho, en su momento sufrió unas críticas durísimas, incluso considerándolas en comparación a las recibidas por otros pintores formados en el Impresionismo. Este rechazo, a veces insultante, a su obra, acabaría provocando un retraimiento personal que se concretó en su reclusión en la Provenza. Por fortuna, su visión extraordinariamente lúcida de la pintura no se vio perjudicada.
Su pintura trató pocos temas trabajados en series con una minuciosidad extraordinaria. Los jugadores de cartas (1894-1895), las vistas de la montaña Santa Victoria y los bodegones de frutas se repiten una y otra vez en sus cuadros. A este último tipo pertenece el magnífico Naturaleza muerta con manzanas, verdadera obra cumbre del género. En él Cézanne construye las formas a partir de volúmenes puros, las modela mediante planos de un color poderoso y, sobre todo, introduce una variedad de puntos de vista sorprendente. Así, el plato con manzanas y la mesa están vistos desde arriba, mientras que el frutero y la jarra tienen una perspectiva lateral. La gran habilidad de Cézanne logra esta variedad y riqueza de visiones, prácticamente cubista, sin disonancias ni aparente esfuerzo.
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