Después de la disolución de El Puente, en 1913, Kirchner empieza a pintar casi exclusivamente escenas de las calles de Berlín y en 1931 escribe: "La luz moderna de las ciudades, el movimiento en la calle; esos son mis estímulos. Una nueva belleza cubre la tierra... La observación del movimiento excita mi pulsión vital, fuente de creación".
Durante uno de sus buenos períodos anímicos pintó La torre roja en Halle, cuadro en que aparece un campanario del gótico tardío, situado sobre una base de ladrillo rojo neogótico. La solitaria plaza, completamente rodeada de edificios, se ve desde lo alto, quedando paralela al plano del cuadro. En este marco, la torre se alza como si saliera de un embudo. Para subrayar su carácter imponente, Kirchner emplea en la torre una escala de colores distinta a la de su entorno. Detrás se alzan cúmulos color violeta. El rojo agresivo de la base, las vías de circulación y el tranvía rompen la frialdad del azul, que define el entorno, aunque aun así el frío colorido domina y expresa el sentimiento de aislamiento y soledad del artista.
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